Nueve apuntes
de una pandemia
1
Un jueves a medio día, cuando todavía era marzo de 2020, Tedros Adhanom Ghebreyesus declaró una pandemia. Llamé a mi padre mazatleco y me dijo lo que siempre dice mi padre mazatleco: íngueasu. Ese día, Zazil volaba a Nueva York y Nueva York estaba colapsado. Se regresó con la enorme maleta que había preparado, y lloró por el futuro. Zazil tiene molestias al respirar, yo, como hipocondriaca que cree que estudió medicina por haber probado todos los desinflamatorios, corticoides, cannabinoides, diuréticos, laxantes, vitaminas, relajantes musculares y pastillas milagro, di un diagnóstico y una receta: gastritis, omeprazol, trimebutina. Pero Zazil ha estado presente en todos los ataques cardiacos imaginarios y los dengues que son crudas y los conatos de derrame cerebral que he sufrido en largas noches de insomnio. Me ignoró. Fue al Hospital Ángeles, le hicieron tomografías pulmonares, pruebas PCR, de sangre, de orina, le cobraron 35 mil pesos para descartar al mismísimo virus. Le dijeron que era gastritis.
2
La vida es feliz con Zazil y las perras. Hacemos ejercicio en nuestros cuartos, ella aprende recetas sanas y los domingos pedimos vino verde y tomamos el sol en la azotea. Solo tenemos un problema: la maceta que yo digo que va en la ventana y ella que en la escalera. Cada que Zazil baja la escalera y se topa con la ausencia de la maceta va por ella a la ventana. Cada que yo me siento a trabajar junto a la ventana, y noto la ausencia de la maceta, voy por ella a la escalera. No somos capaces de confrontar el asunto. Es una guerra silenciosa que durará hasta que se aplane la curva o se muera la planta. Hay momentos en que las dos notamos la incomodidad, el desacuerdo, pero nadie se atreve a romper la armonía. Cuando el silencio se posa en el mismo espacio, por ejemplo, en la cocina y el aire se corta con cuchillos, a veces ella, a veces yo, empezamos una conversación con alguna de las perras. Cada perra tiene su nombre: Frida la de ella, Chicana la mía, pero desde que compartimos la renta, las perras son hijas de ambas. Después de preguntarles si tienen hambre o lanzarles la pelota, el hielo se rompe, la conversación se reanima y el tema de la maceta queda velado hasta que alguna de las dos se la topa donde no va.3
Le digo a Zazil que el doctor Hugo López Gatell está guapo. Dice que no es que esté guapo, sino que es la antítesis del macho alfa al que estamos acostumbradas. Zazil lleva todo marzo escuchando a Marcela Lagarde. Me da lecciones de patriarcado, me enlista los hombres de mi vida y me recalca sus masculinidades tóxicas. Le digo que yo también quiero ser feminista, pero me mata el Edipo. En esta casa somos feministas, puso un letrero el día de la marcha. Yo insisto en que López Gatell está guapo. Zazil no ve las conferencias de prensa, solo dijo que si le hacen una estatua tal vez no grafiteará su frente. 4
El papel de baño es el símbolo de la humanidad. Somos una mierda. Qué emoción que mañana tengo que ir al súper. No sé qué me voy a poner.
Uno cree que barre bien hasta que empieza a trapear.
La Nasa anunció el choque de un meteorito. Que así sea.
5
Vamos Zazil y yo de regreso del paseo canino, con todo el protocolo de prevención que ordenó el novio de México: tapaboca, lente oscuro, gel que erosiona la piel y las proteínas del mismísimo. Al pasar frente a una iglesia ataviadas con la moda Chernobyl, vemos a un tipo guapísimo vestido de cura y la reacción ante la divina figura, en tiempos tan hostiles, nos provoca tortícolis. Me le quedo viendo con mi tapabocas y mis lentes y mi cara lavada y mis fachas de domingo-lunes-martes-miércoles-jueves-viernes-sábado-domingo (bis), y luego veo los ojos de Zazil con la misma expresión, enmarcados por su sexy tapaboca azul. Me tranquiliza saber que no aluciné: el santo bombón existe y está repartiendo bendiciones en la puerta de su iglesia, a tres cuadras de la casa.
Un paso adelante le digo a Zazil: ohmygod y ella dice: ajá.
Cuando pase la cuarentena, la primavera y el meteorito, recuperaré mis prototipos de hombre, o tal vez aprenda algo en esta cuarentena, en esta primavera y en estos días previos al meteorito: última oportunidad.
6
La pandemia ocasionó una escasez de garrafones de 10 litros: el tipo de garrafón que podemos cargar Zazil y yo. Hay días que tenemos que caminar tres cuadras para encontrar la tiendita que sí surtió Bonafont mini y aunque una carga de 10 litros no es del todo sencillo para dos mujeres, comprobamos que los ejercicios de Jane Fonda que practicamos en casa, funcionan.Este fin de semana no surtió la Bonafont. Después de comprobar que no había garrafones chicos en ningún lado, nos aventuramos con el grande pensando que podíamos cargarlo dos cuadras. La distancia se alargó hasta el eje uno: 7 cuadras y con mucha determinación nos organizamos para cambiar de turno en cada semáforo. A los diez pasos, ante la amenaza de desarrollar una hernia de disco, los relevos se hicieron cada media cuadra.
Zazil, mucho más profesional que yo, intentó imitar la faena masculina-patriarcal de ponerse el garrafón sobre un hombro y con la cara morada pudo cargar los 20 kilos durante 100 metros, mientras su tapabocas se pegaba y se aflojaba de su nariz en señal de estar consumiendo todo el oxígeno de la colonia.
Cambiamos de turno y yo, con mucho menos talento, intenté utilizar los muslos practicando una extrañísima flexión que me dejó en posición de sentadilla, con el garrafón a cuestas y la única posibilidad de avanzar dando unos pasitos mínimos, Zazil desaprobaba rotundamente la técnica, y con razón, a los dos metros el bulto rodó por la banqueta y me fui de nalgas. ¡Alguien: un diablitoooo!, supliqué desde mi humillante posición, pero Zazil resolvió el problema con su inteligencia corporal, su fuerza de voluntad y su tapabocas, y logró llegar hasta la puerta. Ya en la casa nos lavamos las manos, secamos el sudor de nuestra frente y decidimos invertir en un filtro con lo que nos hemos ahorrado en los bares.
7
Ciudadano: cuando las personas que mueren se cuentan como números que alimentan una curva interminable, cuando se esté ahogando con su propio aliento debajo de su cubrebocas y sepa que el ahogo no es solo por su aliento, sino por todo lo que le rodea, y cuando sus decisiones lleguen a un punto crítico de o perderlo todo o infectarse de un virus que nadie entiende, y cuando la violencia crezca a su alrededor y se encrudezca por segundos, y el país se esté cayendo a pedazos, coma frutas y verduras y desinféctelas, y sonría porque mañana todo estará peor.8
Zazil y yo merecemos un cielo donde los perros no caguen. Tenemos 4, dos propios y dos ajenos, y los paseos son una faena dantesca. Nunca sabemos qué nuevo caos habrá que enfrentar cuando los cuatro animales se amontonan en el marco de la puerta y nos ponemos el cubrebocas para emprender la salida, uno de los momentos culmen del desorden. Lupe y Bruno son los más problemáticos (machos). Cada uno pesa alrededor de 35 kilos y desechan unos 350 gramos de caca, dos veces por paseo, esto suma cuatro bolsas llenas, más las de las niñas, una por perra, seis. Muy sexy. Yo paseo a Bruno sujetando la correa con la cadera, Zazil a Lupe, amarrado a su tórax, las dos hembras andan sueltas y eso es un lío porque huelen culos y los machos relinchan mientras nosotras gritamos y jalamos y nos enredamos en las correas. Súper sexy.
Tenemos códigos para identificar amenazas: un SP a 200 metros, (señora con perrito) agárralo bien. Un JT en la siguiente esquina, (joven con taco) crucemos, Chicana alto, no te pases, Chicanaaaa, camión, alto, muy bien, Bruno deja de jalar, Lupeeee, cálmate. Un NEMP cuidado, ven Frida, (niño enfadoso y mamá panchera), no le gruñas, ¡Frida! Caca, bolsa, caca, bolsa, caca, bolsa, ¿cagó bien? Sí, ¿y el otro? No, échale tierra, échate gel: una se vuelve multitasking.
Pero ningún episodio del pasado, ni siquiera cuando Lupe salió destapado por una pelota ajena y Zazil terminó en la grava del parque, se puede comparar con la asquerosa hazaña de hoy.
Llevamos una cuadra de paseo, yo traigo a Bruno y en cosa de un segundo el finísimo golden de la caja de Kellogg's se lanza contra un pájaro en vísperas de morir, las patas y algunas plumas se asoman por los costados de su hocico. Zazil viene atrás, cuando me alcanza soy un inútil manojo de asco. Abre el hocico Bruno, trato de separar su mandíbula, abre el hocico marrano. Zazil intenta ayudarme y entra en histeria: le vi el pico, le vi el pico, que horror, que horrible, yo jalo para arriba y ella para abajo, pero la mandíbula dorada no se mueve ni un milímetro. Brunoo abre el hocicoooooooo, le estoy viendo las patitas, yo las alas, abreeeee el hocicooooooooo. Voy a vomitar, voy a vomitar, yo también: arcadas. Todos ladran. Con muchos trabajos alcanzo un palo y se lo paso a Zazil para que haga una suerte de palanca sobre los dientes, la histeria crece, ¿te lo vas a tragar con todo y picooooo? ¿Con todo y picoooo? Brunoooooo, por favor. Patada. El pájaro deja de moverse y escuchamos un glup profundo: acaba de pasar por su esófago como un Halls y el desgraciado perro voltea a ver lo que queda de nosotras con una calma humillante. Dos personas ven el aquelarre en un ataque de risa, pasan junto a nosotros y por todo comentario nos dice el señor: era Piolín.
9
Cuando la Vía Láctea se fusione con Andrómeda, seremos parte de una hermosísima galaxia elíptica y de un mega gigantesco hoyo negro, el sol dejará de reaccionar termonuclearmente y se inflamará y arrojará su atmósfera fuera del espacio, mientras tanto, que les sea leve la pandemia.
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Cuando la Vía Láctea se fusione con Andrómeda, seremos parte de una hermosísima galaxia elíptica y de un mega gigantesco hoyo negro, el sol dejará de reaccionar termonuclearmente y se inflamará y arrojará su atmósfera fuera del espacio, mientras tanto, que les sea leve la pandemia.Escrito por:
Mariana Coppel Ochoa
(Guadalajara, 1983).
No tengo libros publicados ni reportajes serios que presumir, no tengo becas y el único premio que he ganado en mi vida ha sido una pizza, en un gimnasio. Escribo porque me divierte, porque me gustan las historias cotidianas y, sobre todo, lo absurdo y el chisme.
Mariana Coppel Ochoa
(Guadalajara, 1983).
No tengo libros publicados ni reportajes serios que presumir, no tengo becas y el único premio que he ganado en mi vida ha sido una pizza, en un gimnasio. Escribo porque me divierte, porque me gustan las historias cotidianas y, sobre todo, lo absurdo y el chisme.
Ilustrado por:
Jal Reed
(CDMX, 1993).
Diseñador e ilustrador, vive y trabaja en la Ciudad de México. Después de concluir sus estudios en la UNAM comenzó a trabajar como diseñador gráfico. Desde 2019 se enfocó completamente en la ilustración, colaborando con diversos medios digitales e impresos como: revista GQ, La Peste, Tierra Adentro, Chilango, Convención de cómics La Mole, entre otros.
Jal Reed
(CDMX, 1993).
Diseñador e ilustrador, vive y trabaja en la Ciudad de México. Después de concluir sus estudios en la UNAM comenzó a trabajar como diseñador gráfico. Desde 2019 se enfocó completamente en la ilustración, colaborando con diversos medios digitales e impresos como: revista GQ, La Peste, Tierra Adentro, Chilango, Convención de cómics La Mole, entre otros.