Conciertos
privados
Hace un mes nos llegó por correo la primera cabeza. Era de niño y venía embalada en una caja de cartón. Cuando el del servicio de mensajería le pidió a papá firmar de recibido, él no lo pensó dos veces y, sin titubear, garabateó su firma con la estilográfica que siempre carga en el bolsillo de la camisa, la misma que utilizó aquel día, minutos antes de abrir el paquete, para escribirle a mamá una carta de letra temblorosa anunciándole que se marchaba porque ya no la encontraba atractiva. Mamá le reprochó que él solamente tenía tiempo para verla en las mañanas cuando preparaba el desayuno, y “a esa hora no tengo oportunidad de arreglarme, si lo hiciera, terminaría con la ropa buena salpicada de aceite”, se excusó ella justo cuando oímos el timbre, y el mensajero uniformado nos entregó el envío. Yo le doy la razón, no es fácil preparar el desayuno y los almuerzos escolares vestida de gala, sobre todo el de mi hermano menor. Él no come sándwiches si aún tienen las orillas oscuras del pan. Cortarle las orillas al pan requiere tiempo y amor de madre, lo cual le impide, en mi opinión, lucir sus atributos durante las primeras horas del día. Aunque de nada le serviría preparar el desayuno en bikini, él siempre lee el periódico, la sección de finanzas, las páginas llenas de números y nunca le pone atención a ella, no recuerdo cuándo fue la última vez que lo sorprendí mirándole las pantorrillas.
Es cierto que mamá no tiene nada en común con las señoritas de las revistas que papá oculta en el cajón más alto de su archivero, es más: no creo que ninguna de ellas haya sido madre, y me da pena, pues con tan nutridos senos podrían alimentar a un ejército de recién nacidos en Biafra, ayudar a las lugareñas esqueléticas y de senos arrugados que más lo necesitan. Las mujeres que aparecen desnudas en las revistas de papá son bastante jóvenes y delgadas, pero mayores de edad, no me cabe la menor duda, papá no es uno de esos.
Mamá padece de retención de líquidos, escuché una vez a un médico decírselo, por eso le cuesta tanto trabajo perder peso. Yo sé que a ella le gustaría verse como las mujeres de las revistas: menos patas de gallo alrededor de los ojos, menos cicatrices de acné sobre las mejillas, más elevados los párpados. Para nuestra buena fortuna, la cabeza no pudo haber llegado en mejor momento. Mamá ya no necesita preocuparse, incluso él le pidió que olvidara el contenido de la carta de letra temblorosa. Desde el día en que nos llegó la cabeza nuestras vidas cambiaron, porque cuando papá la sacó de la caja, la cabeza comenzó a cantar. Su voz nos pareció bellísima e hipnótica, nos dibujó sonrisas.
La caja no estalló. Cuando papá desenvolvió lo que venía dentro, se nos encogieron los pulmones en una exhalación general de alivio. Era tan sólo una cabeza. Una cabeza de cabellos rubios. Una cabeza de niño de rasgos germánicos que comenzó a cantar, con la más seductora y aterciopelada de las voces, un himno en una lengua extranjera, completamente desconocida por nosotros. Jamás habíamos escuchado un sonido como el de esa voz, tan diferente pero tan natural, tan difícil de comparar con otros. Quizá es ese el tono angélico que se oye dentro de las nubes, o puede ser que se parezca al murmullo que hace el fluir del agua en los manantiales más puros. No lo sé, pero desde el día en que la desempacamos nuestra vida mejoró y la cabeza no ha dejado de cantar.
Papá dejó de trabajar horas extra, ahora nos acompaña a cenar todas las noches. Mamá siempre nos sorprende con nuevos y suculentos platillos. Colocamos la cabeza en el centro de la mesa para que nos cante mientras cenamos, después le pedimos melodías más serenas para estimularnos la digestión. Luego, papá la sujeta de los cabellos y la acomoda en algún lugar de la sala. Nos agrada tenerla cerca mientras vemos nuestros programas favoritos.
Luis Panini
(Monterrey, 1978).
Escritor y arquitecto. Su obra está compuesta por una docena de libros para el público adulto, juvenil e infantil. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Actualmente radica en la ciudad de Los Ángeles.
Édgar MT
(Guadalajara, 1988).
Ilustrador, artista visual y director de arte de la ciudad de Guadalajara. Egresado del Diplomado Ilustración Narrativa de las Imágenes de la UNAM y licenciado en Diseño para la Comunicación Gráfica en la UDG. Ha exhibido sus dibujos en diferentes ciudades del país y del extranjero.